21 de mayo de 2015

Velefique, el refugio del caminante

Iglesia de Velefique
Velefique le levanta la falda a la sierra de los Filabres en su cara sur, dónde lleva enclavado durante siglos, en uno de los entornos más pintorescos de la provincia de Almería. Este pequeño pueblo se sitúa bajo los abruptos cerros de una sierra sin árboles, donde los matorrales son los únicos que se atreven a contrastar los colores de las casas blancas repletas de flores.

Con raíces profundamente musulmanas, Velefique siempre ha sido el refugio ideal para quien lo necesitó. Así como una tribu bereber fue acogida en el siglo VIII. O tres siglos más tarde, una secta perseguida por los omeyas salió de Córdoba, refugiándose en Velefique. Después vinieron los moriscos para cultivar la tierra como sólo ellos sabían, con sus métodos novedosos de ingeniería agrícola. Tras la conquista cristiana de Almería, los moriscos fueron expulsados y también los de Velefique, quedando casi abandonadas todas las huertas. Fue repoblado con gentes venidas de Castilla, los cuales debieron quedar asombrados con las técnicas de cultivo de los árabes y por los parajes cargados de belleza que posee Velefique. En el siglo XXI sigue siendo un refugio exquisito para el caminante que desee acercarse a este pueblo filabreño, donde se cobijan del sol bajo sus grandes moreras, las mismas que antaño daban de comer a los gusanos de seda que generaban una prosperidad alta dada la cantidad de telares que llegaron a existir.
Plaza de Velefique.

Calle Iglesia.
En Velefique se manifiestan estilos mozárabes en cada rincón, debido a la fisionomía de las calles y a las fachadas blancas de las casas. Si ahora es un pueblo de excelsa belleza, antaño tuvo que gozar de un renombrado esplendor. Por eso no es de extrañar que por aquí pasaran grandes escritores, científicos o astrónomos de Al Andalus. Uno de estos personajes relevantes, puede incluso que fuese natural de Velefique. Se llamaba El Belefiqui y vivió durante el siglo XIV. Tuvo una dilatada carrera como político y escritor. Escribió importantes obras bibliográficas de Almería, siendo uno de los historiadores más importantes de la provincia, hasta la época.

En el lavadero público, junto a la rambla, tiene hoy su sede una conocida marca que elabora cerveza artesanal. Por suerte, hace ya décadas que los lavaderos dejaron de ser útiles y prácticos. Pero es una suerte también que puedan conservarse estos lugares de gran valor etnográfico, como recuerdo inerte de aquellas mujeres trabajadoras.
Subida hacia el Alto de Velefique.

A mediados del siglo pasado, no solo faltaban lavadoras, sino que no había ni luz, ni teléfono, en la mayoría de los municipios de los Filabres. Fue en el año 1956 cuando se pudo conducir el agua para regadío, en un pueblo mayoritariamente agricultor. En el caso del teléfono, fue durante 1970 cuando se produjeron las primeras llamadas, lo que supuso un pequeño gran avance en un pueblo que no tenía nada que ver con el que es hoy, con alumbrado, agua potable, buenas vías de comunicación, y un sinfín de servicios básicos que han propiciado una mejora sustancial de la calidad de vida de los velefiqueños.

Una vía de comunicación a destacar es la carretera del Alto de Velefique, una subida de 13 kilómetros y una pendiente media del 8%. Arranca en el mismo pueblo y culmina en Bacares tras coronar los 1860 metros de altitud máxima. Ha sido escenario de alguna "etapa reina" de la Vuelta a España, y no es raro encontrar a ciclistas escaladores entrenando por aquí, algunos de la talla de Contador.
Panorámica de Velefique desde el barrio de Triana

La Maravilla
Señal de acceso al barrio de Triana.

Cada año a mediados de agosto se celebran en Velefique las fiestas populares en honor a San Roque. El patrón encontró cobijo en la iglesia de Santa María de la Asunción, desde que los Reyes Católicos tomaron Almería. El templo fue reconstruido en el año 1600 tras ser quemado en la rebelión de los moriscos. Sus dimensiones van acordes a las del municipio y destaca su torre que se eleva sobre los tejados de las casas que la abrazan.

Otro lugar cargado de recuerdos es la plaza del Ayuntamiento, donde los vecinos pasan  las horas como el reloj que se encuentra en lo más alto de la casa consistorial.

Entre calles estrechas y flores embriagadoras nos desplazamos al barrio de Triana, lugar de los antiguos caseríos y desde donde mejor se observa la disposición arquitectónica de Velefique.
Barrio de Triana, frente al núcleo urbano de Velefique.
Restos del antiguo horno.
Al cruzar el puente de la rambla encontramos en ruinas un antiguo horno harinero. Según el Libro de Apeos, en Velefique llegó a haber siete molinos de harina que fueron pasando al olvido, al igual que este.

Las vistas del pueblo van mejorando conforme vamos ascendiendo por el barrio, entre corrales y casas de pizarra.  En lo alto encontramos el cementerio, con la torre o alminar de lo que fue la antigua mezquita rural. Se erigió en el siglo XII y completó las necesidades de los habitantes musulmanes que habitaban el pueblo, junto a la Alcazaba que se situaba un poco más arriba, de la cual aún quedan algunos restos.
Mezquita de Velefique, situada en el cementerio y coronando el viejo caserío.

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