16 de junio de 2015

Catedral de la Encarnación, por dentro y por fuera

Sol de Portocarrero, en las paredes de la Catedral.
Para la entrada número cien de nuestro blog, y la última de esta temporada, hemos elegido la que es, con permiso de la Alcazaba, la joya del casco histórico de la ciudad de Almería. Se trata, como todos saben, de la Catedral de la Encarnación. El obispo Fernández de Villalán la ordenó construir en el siglo XVI, el proyecto de la obra fue encargado al arquitecto Diego de Siloé. El aspecto de la catedral puede parecer más bien una fortaleza que de un templo, esto se debe al temor de las invasiones berberiscas tan numerosas en aquella época y a las revueltas moriscas que sacudieron toda la provincia quemando la mayoría de las iglesias. La Catedral de la Encarnación es de las pocas en el mundo que presenta esta imagen defensiva más que ornamental.

La Catedral de la Encarnación abre, para los visitantes y turistas, de lunes a viernes, de 10:30 a 13:30 y de 16:00 a 17:00, también los sábados de 10:00 a 13:30. La entrada cuesta cinco euros, con la visita a los museos incluida.
Obras de arte bizantino en la sala de exposiciones de la Catedral de Almería.
Uno de los dos órganos, sobre el coro.
Accedemos al recinto por la puerta occidental, junto a la Puerta de los Perdones. Además de una agradable recepción, se encuentra junto a ella una sala de exposiciones, actualmente dedicada a obras de arte bizantino, llegadas de Rumanía. Con una primera buena impresión, subimos la escalinata para entrar de lleno en el claustro barroco del siglo XVIII. En su interior hay cuatro galerías que rodean el pario con una pequeña fuente, varias palmeras y la gran araucaria, posiblemente la más grande de toda la ciudad. Los que hemos estado aquí de niños, recordamos con nostalgia la inmensa vegetación que fue arrancada posteriormente, tras una remodelación.

En las dos esquinas del claustro se hallan los dos museos catedralicios. Uno se encuentra en reformas, el otro posee en su interior valiosas obras de arte y libros sagrados. Al lado de este museo se sitúa la Sala Capitular con una gran bóveda como protagonista.

Merece la pena recorrer, en respetuoso silencio, cada uno de los rincones del interior del templo. Así como la Sacristía, las capilla del Santo Cristo dónde se encuentra el sepulcro del obispo Villalar, la capilla de la Piedad dónde está enterrado otro obispo importante Antonio Corrionero y la capilla de San Indalecio, en homenaje al introductor del cristianismo en la provincia de Almería.
Obras de arte y libros sagrados en los museos catedralicios.
Trascoro de la Catedral, realizado en mármol rojo.
El Altar Mayor es de estilo gótico, con un retablo de estilo barroco de Ventura Rodríguez. A la vista aparecen ocho lienzos que representan otras tantas escenas importantes del cristianismo. La Inmaculada Concepción, la Natividad de la virgen, los Desposorios, la Visitación, la Epifanía, la Purificación de María, la Huida a Egipto y la Asunción de la Virgen. Todas ellas son obras de Antonio Garcia Puerta. El tabernáculo lo preside la figura de Jesús y los apóstoles.

El Coro dispone de setenta y cinco asientos en forma de U, en dos niveles. Dos enormes órganos a los lados se emplazan armoniosamente. Éstos fueron sustituidos por los órganos centenarios que fueron destruidos durante la Guerra Civil. Del Trascoro del siglo XVIII destaca el mármol rojo con el que está construido, se sitúa justo enfrente de la Puerta de los Perdones.
Claustro de la Catedral de la Encarnación.

La Maravilla

Campanario de la Catedral.
La imagen que todo el mundo conoce de la Catedral de Almería es la que corresponde a su fachada principal y al campanario. La primera se la conoce como portada norte y se divide en tres cuerpos encuadrados por dos grandes contrafuertes. Es obra del genial arquitecto del renacimiento Juan de Orea. Junto a la puerta principal se sitúa el primer cuerpo, dedicado al obispo Fernández de Villalar. Está enmarcado con dos columnas de orden corintio, a cada lado. Sobre el frontón de la puerta aparece el escudo del obispo. En el segundo cuerpo se representa a la virgen de la Encarnación sosteniendo al niño Jesús, con dos columnas corintias a cada lado. A la izquierda de las columnas se encuentra la imagen de San Pedro, y a la derecha San Pablo, realizadas a modo de relieve en mármol. El tercer cuerpo está dedicado al emperador español Carlos V, es el más pequeño de los tres y en el destaca el escudo imperial con el águila bicéfala, a los lados quedan representadas las columnas de Hércules con el lema "Plus Ultra", "Más Allá", que simboliza la grandeza del imperio y sus posesiones allende los mares. Este lema sigue apareciendo en el escudo actual de España. El resto de la ornamentación de la fachada lo completan efebos alados, mascarones de león y querubines, entre las columnas y contrafuertes.
Escudo imperial de Carlos V, en la fachada principal de la Catedral de la Encarnación.
Estatua del obispo Diego Ventaja.
Son muchos los pequeños detalles que tiene la fachada principal para quien los quiera buscar mientras sus hijos juegan en la plaza, se toma un café en las terrazas o se da un paseo por el centro. En una de las paredes orientales, se encuentra, por ejemplo, uno de los símbolos de Almería, el Sol de Portocarrero.

El Campanario de la Catedral, visible desde muchos puntos de la ciudad, posee ocho campanas, cada una de ellas con un nombre y una edad distinta. las dos que miran a la puerta principal son del siglo XVIII y se llaman "Horas de reloj" y "Cuartos de reloj". La campana central es del siglo XIX y se la apoda "Campana Gorda". Debajo de ésta se encuentra una más pequeña llamada "Santa María" de 1940. A la izquierda de ésta última está la "Campana de San Indalecio", y a la derecha la del "Sagrado Corazón de Jesús". Ambas datan del año 1942, al igual que las dos restantes, situadas en la cara norte del campanario, la de "San Juan" y "Santa Bárbara".

A los pies del campanario se erigió una estatua en honor al beato Diego Ventaja, obispo de Almería nacido en el pueblo alpujarreño de Ohanes.
Portada norte de la Catedral de la Encarnación, correspondiente a la fachada principal.

11 de junio de 2015

Castro de Filabres, en la solana de la sierra que le presta su nombre

Entrada al casco urbano de Castro de Filabres.
Es en las laderas donde yace asentado Castro de Filabres uno de los lugares donde el sol tiene más presencia en Almería. Pero gracias a su altitud que oscila los mil metros sobre el nivel del mar, cualquier sombra es buena para cobijarse, ya que te acaricia una brisa de aire fresco y puro que baja de los picos más altos de la sierra. En periodo estival las temperaturas son altas, pero en invierno es frecuente verlo cubierto de un manto de nieve, convirtiendo esta estación del año en una de las favoritas para los visitantes y turistas. La primavera, que mezcla un poco de agua y mucho sol, deja los balcones de las casas repletos de geranios en flor.

Sus vecinos más próximos son Olula de Castro o Velefique. Pero desde sus cerros cualquier sitio es cercano, como la inmensidad de los campos de Tabernas, o incluso el mar, que se contempla a simple vista junto a la capital.
Un banco hecho con troncos de madera sirve de inmejorable excusa para descansar sobre los tejados de las casas.
Los jilgueros vuelan por los cielos de Castro de Filabres, como no lo hacen por ningún otro lugar de la provincia. Es una delicia para los sentidos poder verlos y escucharlos, más aún si se encuentran en libertad. Junto a ellos, gorriones, chamarices, luganos o verderones se desenvuelven en su hábitat.
Iglesia de Castro de Filabres.

Esta naturaleza desbordante llegó a ser mucho mayor en la sierra de los Filabres. Pero la mano del hombre dejó huella y ya sólo es un reflejo de lo que fue, con algunas encinas dispersas, sin grandes bosques pero plagado de matorrales endémicos, esta es la vegetación que se impuso tras la tala masiva de árboles.

La madera era utilizada mayoritariamente para los hornos de calcinación de mineral durante la segunda mitad del siglo XX. Otro factor determinante para la despoblación del terreno fue el cultivo intensivo mediante terrazas que se extienden por todas las montañas aledañas al casco urbano. Esta desertificación provocada se une a la natural que ya padecía esta tierra, y los montes pelados son hoy una de las estampas más conocidas de Almería.

La vega de Castro de Filabres ha quedado reducida a pequeñas huertas de árboles de secano como almendros u olivos. Pero los oficios relacionados con el campo tienen solera en este pueblo desde tiempos pretéritos. Por cierto, en el año 1973, la Hermandad de Agricultores y Ganaderos recibieron el premio San Isidro Labrador de manos de Franco, con una suma de dinero que ascendía a las cincuenta mil pesetas. Esta efeméride le dio al pueblo una merecida fama en aquella época.
Panorámica de Castro de Filabres desde el mirador de la ermita.

La Maravilla

Escalinata que lleva al mirador de la ermita.
Castro de Filabres es un municipio serrano muy reducido en sus hechuras pero con grandes lugares de interés, interesantes monumentos y unas vistas sorprendentes desde su miradores.

Aunque las paredes de pizarra y las calles de piedra le dan aspecto vetusto hay que decir que es un pueblo moderno que se adapta al turismo rural y posee espacios de entretenimiento para los lugareños. Una piscina, pista de pádel y otra de fútbol sala, son algunos de los equipamientos municipales.

Su pasado y su historia son sus grandes atractivos turísticos, los restos de un castillo árabe junto al casco urbano es una herencia que dejaron los primeros pobladores de esta tierra, de origen bereber. En el siglo VIII, una tribu perseguida desde Córdoba se refugió en Castro, y aquí montaron su campamento. En latín "Castro" significa "campamento", de ahí el nombre de este municipio.
Merenderos junto a la ermita y el mirador, en la parte alta del pueblo.
Ermita de Castro de Filabres.
Las eras para el trillado también son dignas de visitar ya que su tarea primaria ha quedado al margen, pero su recuerdo es imborrable para la gente del campo. Hay una en la parte alta, cerca del castillo, y otra en la parte más profunda de un barranco bajo el pueblo.

La ermita y el mirador junto a ella, es para nosotros, el mejor lugar de Castro de Filabres. Buenas vistas, buena sombra, bancos de madera, merenderos, a este lugar no le falta de nada.

Castro de Filabres es mucho más. Una iglesia del siglo XVI se erige en mitad de su casco urbano,  dedicada a la Virgen del Rosario. Junto a un moderno ayuntamiento, se ubica un moderno Centro de Interpretación de la Arquitectura Tradicional, aquí podremos conocer mediante maquetas o paneles informativos como es la manera de construir en esta parte de la sierra desde sus métodos más ancestrales. Que no os lo cuenten, ¡venid a conocerlo!
Restos del castillo de Castro de Filabres.

9 de junio de 2015

Museo Doña Pakyta, el nuevo referente del arte almeriense

Exteriores del Museo Doña Pakyta.
La popular "casa vasca" de Almería ha pasado a ser la "casa del arte" para todos los almerienses y visitantes que quieran conocer los distintos movimientos artísticos que han surgido en nuestra provincia a lo largo de su historia contemporánea, teniendo la posibilidad de contemplar algunas de las mejores obras desde 1880 hasta 1970 y recordar la figura de los más grandes artistas de Almería. En sus pasillos se dan cita, obras de Perceval, Capuleto o Ginés Parra, entre otros muchos y muy buenos.

Una parte importante de las obras que aquí se exponen, a lo largo de siete salas, se han cedido desde la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino. La primera sala se dedica enteramente al siglo XIX. En la segunda se centra en en los comienzos del nuevo siglo XX. En la tercera sala la protagonista es la Vanguardia almeriense. Las cuatro salas restantes del museo son para los verdaderos amantes del Movimiento Indaliano, dónde encontrarán obras de este grupo cultural que surgió en los años cuarenta, ocupando el vacío que dejó la Guerra Civil. Miguel Cantón Checa, Capuleto, Jesús de Perceval, Francisco Alcaraz, Luis Cañadas, Antonio López Díaz y Miguel Rueda fueron los máximos protagonistas, con un estilo cargado de sol y la realidad del sur.

"Castillo de Vélez Blanco", de Miguel Rueda Morales.
El Museo Doña Pakyta nace tras la donación de la "casa vasca" por parte de su propietaria Francisca Diaz Torres, una almeriense ilustre y centenaria, hija predilecta de Andalucía. La empresaria falleció a los 103 años de edad, dejando como legado su vivienda en beneficio de la ciudad de Almería. Es el último espacio cultural que se ha unido a una amplia gama que ofrece el Ayuntamiento de Almería. Por lo tanto, también es el último espacio cultural de la capital almeriense en unirse a nuestro blog, tras haberles presentado con anterioridad los siguientes:
Centro de Interpretación Territorial , situado en la Plaza Vieja.
Aljibes árabes, en la calle Tenor Iribarne.
Centro de Arte Museo de Almería, frente a la estación de autobuses.
Teatro Apolo, en la calle Obispo Orberá, esquina Juan Lirola.
Museo Arqueológico, ubicado en la carretera de Ronda.
Auditorio Maestro Padilla, en la plaza Alfredo Kraus, junto al mar Mediterráneo.
Casa del Cine, en el barrio de Villablanca.
Museo de la Guitarra, a espaldas de la Catedral.
Casa de las Mariposas, en la Puerta Purchena, acoge exposiciones temporales.
Escuela de Artes, con un magnífico claustro que reúne obras de artistas locales y alumnos del colegio.

"Terraos de Almería", de Luis Cañadas Fernández.
El recién creado Museo de Doña Pakyta se ubica en un gran edificio de aspecto norteño, conocido por todos los almerienses, situado en la plaza Eduardo Pérez, en la confluencia de El Paseo y La Rambla. Su entrada es gratuita y se puede visitar de martes a domingo, de 10:00 a 13:00 y de 17:00 a 20:00.

Es, en definitiva, una propuesta más, para acercar el arte a la gente de Almería, con nuevas galerías que nos permiten observar las obras al detalle, tanto pictóricas como escultóricas, dónde se nota cada una de las pinceladas y los contrastes cromáticos de los geniales autores almerienses.

La Maravilla

Interior de la "casa vasca", inalterado.
La "casa vasca" siempre ha concentrado las miradas de los transeúntes que recorren las calles de El Paseo o la Rambla, aledañas a la plaza de Eduardo Pérez. Al verla, lo primero que viene a la cabeza es qué hace una vivienda de dos plantas, con un tejado tan peculiar, con su jardín y sus palmeras, en mitad de tantos bloques de pisos.

La historia de esta vivienda se remonta a 1928, cuando se le encarga el proyecto de construcción al arquitecto Guillermo Langle. El dueño de los terrenos, el importante empresario Antonio González Egea, soñaba con tener un caserío en este lugar. El resultado de la obra se asemeja a las casas típicas del País Vasco, de ahí su apodo.

El primero en habitar la casa no fue su dueño Antonio González, si no su hijo José González, junto a su esposa Francisca Diaz Torres. Esto fue ya en la década de los cuarenta, después de rehabilitarse la vivienda tras los desperfectos acaecidos durante la Guerra Civil.

Tras su reciente reforma y apertura en mayo de 2015 concentra ahora la atención de todos los flashes de vecinos y turistas que ven mejorado su aspecto y su interior aprovechado para difundir el arte, gracias a la generosidad o filantropía de la entrañable empresaria Doña Paquita.
Una de las obras artísticas que podemos encontrar por las salas del Museo Doña Pakyta.

4 de junio de 2015

Los Gallardos, un lugar idóneo para vivir

Ayuntamiento de Los Gallardos.
Muy cerca de las playas del Levante almeriense, entre las sierras de Bédar y Cabrera, se posa sobre una planicie el casco urbano del municipio de Los Gallardos, un pueblo de interior cargado de historia y tradiciones.

Los Gallardos no solo es una salida de la autovía que nos conduce a Mojácar, es un conjunto de personas y un crisol de culturas que conviven de manera civilizada. Su mayor patrimonio son las personas que se levantan cada mañana para abrir las tiendas, servir los desayunos o labrar los campos. Los Gallardos es un gran pueblo con grandes aspiraciones, por su término municipal discurre un tramo de la autovía que comunica Almería y Murcia. Y pronto discurrirá también las líneas de alta velocidad del AVE, que se está construyendo a un ritmo algo lento. Nada tiene que ver este pueblo con el de los años cincuenta, en el que apenas habían pasado tres décadas de su independencia de Bédar en 1924. Por entonces sus mayores preocupaciones eran la llegada del teléfono público, la pavimentación de las calles o la canalización del agua corriente.

Escudo de Los Gallardos.
Durante más de un siglo Los Gallardos ha vivido gracias a la extracción de minerales de las entrañas de sus sierras cercanas. La minería dejó de ser rentable hace décadas y las minas echaron el cierre. De los trabajos de toda la vida perduran la agricultura y el pastoreo. No es difícil encontrarse con rebaños de cabras y ovejas, incluso caballos. De la agricultura predominan las pequeñas parcelas a orillas de la rambla que bordea el pueblo, y de forma más intensiva a las afueras, cerca de las pedanías de Huerta Nueva y Alfaix. El mayor exponente económico del municipio se basa en el pequeño comercio y un pujante turismo europeo. Aquí ya están acostumbrados a que los visitantes de fuera se queden a vivir para siempre. Además de ingleses, nacionalidad extranjera mayoritaria, en el municipio también conviven los vecinos de toda la vida con familias de distintos países como ecuatorianos o europeos del este, cada uno con sus costumbres y sus formas de entender la vida.


Ganado pastando entre Los Gallardos y Huerta Nueva.
Iglesia de San José.
 El invierno es la mejor época para hacer una visita expresa a Los Gallardos. A finales de diciembre, multitud de actos y eventos inundan las calles de vecinos y visitantes, todas ellas engalanadas con motivos navideños. Conciertos de villancicos, mercadillos medievales, juegos y actividades para los más pequeños, y mucho más.

Ya en enero, los Reyes Magos llegan de Oriente para pasearse en cabalgata, llenando a los niños de felicidad. El día 6 de enero se realiza el Auto Sacramental con una representación viviente, llevada a cabo por los vecinos del pueblo. El día se aprovecha realizando comidas populares acompañadas de bailes en la carpa municipal.

En febrero llegan los carnavales donde todos se disfrazan, desde los más grandes a los más pequeños, individualmente o en grupos. Los trajes, casi siempre de elaboración casera se exhiben por las calles en jornadas cargadas de diversión.
Plaza de Andalucía.

Estanque de patos en Huerta Nueva.
Estas visitas pueden emplearse también para conocer su patrimonio arquitectónico, claro ejemplo es la iglesia de San José, de principios del siglo pasado. O también el edificio del ayuntamiento, que consta de dos plantas, y está flanqueado por dos grandes palmeras que se elevan desde la plaza. Se trata de un pueblo joven y eso queda plasmado en la fisionomía de las calles, con marcado carácter de asentamiento minero. Avenidas largas como la calle Mayor y anchas plazas como la de Andalucía.

Si se prefiere o le sabe a poco, uno puede acercarse a sus pedanías de Huerta Nueva o Alfaix, que antes mencionábamos, la primera es moderna y residencial, la segunda posee un gran legado histórico, donde pueden visitarse los restos de los antiguos baños que, en su época de esplendor, curaban a los enfermos de reuma con sus aguas curativas que brotaban en los manantiales cercanos. Alfaix posee una ermita pequeña donde se celebran las tradicionales fiestas de San Miguel. Huerta Nueva esconde un lugar encantador como el estanque de los patos, donde estas aves salen del agua para recibir a los visitantes y siempre deleitan con algunos de sus malabares.
Panorámica de Los Gallardos desde la cimbra.

La Maravilla

Entorno de la cimbra de Los Gallardos.
La rambla que abraza la silueta del casco urbano de Los Gallardos es un entorno de naturaleza en estado puro y está cargada de historia, la historia del agua. Cuenta con espacios donde el agua era el máximo protagonista y su utilización era vital en aquel pueblo rural del siglo pasado. La cimbra es uno de esos ejemplos, aunque está restaurada, su mantenimiento está lejos de reflejar todo su esplendor.

Desde la cimbra, que era el lugar donde se extraía el agua subterránea, circulaba el agua por la "acequia de las burras", donde las bestias se hidrataban, hasta llegar a los lavaderos, que como todo el mundo sabe, era el sitio tradicional donde las mujeres del pueblo iban a lavar la ropa.
Lavaderos de Los Gallardos, junto a la rambla y la cimbra.

2 de junio de 2015

Bédar, aromas de sierra y playa

Escudo de Bédar.
En lo más alto de la comarca de Levante se insinúa Bédar entre montañas que miran al mar Mediterráneo. Desde sus calles que ejercen de miradores se asoman, ante los ojos, pueblos como Los Gallardos, Mojácar o Vera. Con sus cuatrocientos metros de altitud predominan los olores de la sierra que lleva su mismo nombre. Estos olores a tierra y árbol contrastan con aromas venidos del mar, lo que te hace pensar que te encuentras dentro de una gran ola bajo la sombra alargada de un pino.

Otro pueblo vecino importante es Lubrín, ya mirando hacia Los Filabres. Entre ambos municipios existen varias pedanías diseminadas como El Marchal de Lubrín que posee una ermita con una bonita fachada y una gran escalinata de piedra. Pasar por este paraje es gratificante al estar todo abundante de vegetación, por lo cual se intuye que brota agua no muy lejos de aquí.

Plaza de la Constitución y ayuntamiento de Bédar.
Bédar es un pueblo con muchas fuentes, herencia de grandes ingenieros hidráulicos árabes que supieron aprovechar los pocos recursos existentes de una tierra árida, para poder canalizar y almacenar el agua. Este líquido elemental en nuestra existencia se aprovechaba para las pilas de lavaderos, abrevaderos de bestias y para el abastecimiento público.

La Serena, no muy lejos de Bédar, cobija en su territorio una reliquia musulmana que se sostiene en pie a duras penas. Se trata de la antigua mezquita de época nazarí, que luego pasó a ser ermita tras la reconquista cristiana del lugar.  Además del culto religioso, en su interior se albergó una almazara hasta mediados del siglo XX.
Parroquia de El Marchal de Lubrín.

Ermita de la Virgen de la Cabeza.
El casco histórico de Bédar tiene muchos lugares de interés y rincones por conocer. En la parte más alta se yergue sobre una colina la ermita de la Virgen de la Cabeza, en su interior se encuentra la Virgen que antaño fuese compartida por Bédar y Antas, hasta que cada municipio decidió hacer su propio templo.

No muy lejos de la ermita se encuentra la Iglesia de Santa María, el templo cristiano por excelencia en Bédar. Data de mediados del siglo XVI y una de sus curiosidades más llamativas es el reloj en una de las esquinas del campanario.

Es fácil perderse y encontrarse por los callejones estrechos y empinados que van a parar a fuentes, parques o patios repletos de flores.

La plaza de la Constitución es uno de los lugares más amplios dónde poder acomodarse y descansar. Una placa en lo más alto de la casa consistorial nos recuerda la antigüedad de esta plaza. Junto al ayuntamiento, un arco y una pared de piedra engalanada con macetas tapiza una bella estampa que culmina la fuente y un retrato pintado de la panorámica de Bédar.
Panorámica de Bédar desde la plaza de la Constitución.

La Maravilla
Homenaje al minero anónimo de Bédar.

Desde mediados del siglo XIX en toda la provincia de Almería había decenas de minas que daban empleo a miles de personas. Bédar no dejó escapar la oportunidad de extraer metales de las entrañas de su sierra. En la sierra de Bédar existieron grandes lavaderos de mineral que transportaban las vagonetas tiradas por bueyes desde el interior de las minas. Es difícil encontrar vestigios o rescoldos de aquel rico patrimonio que hoy se conocen mediante rutas guiadas gracias a un turismo en alza. Por ello, nunca llega tarde cualquier homenaje que se precie a la figura de aquellos valientes mineros. En el año 2005 se erigió una escultura de mármol en honor a miles de mineros anónimos, en la plaza de San Gregorio, a la entrada del pueblo.

Fue tan importante la minería en Bédar, que llegó a estar unido al puerto de Garrucha mediante ferrocarril. Esta fructífera economía basada en la extracción de hierro y plomo, entre otros metales, llegó a aglutinar a más de cuatro mil residentes en el municipio. De la noche a la mañana pasó a quinientos habitantes tras el cierre definitivo de las minas en 1970. Algunos nombres de minas importantes fueron "Reforma" , "Tres Amigos", o "El Pinar".

Ya en el siglo XXI, Bédar cuanta con unos mil habitantes y se abre paso con fuerza en el turismo con un glorioso pasado minero como reclamo patrimonial, y gracias también a la belleza de su casco histórico, al verde de su sierra y la cercanía con el mar. En Bédar no faltan tiendas o restaurantes para pasar un gran día o toda una vida.
Cargadero minero "Tres Amigos", dónde se transportaba el mineral hasta el puerto de Garrucha.