15 de octubre de 2015

Abla, la urbe romana

La Plaza del pueblo.
Desde la lejanía, como si fuesen un único pueblo, Abla y Abrucena parecen hermanas siamesas. A medida que nos acercamos nos adentramos en una maravillosa gruta donde aparecen, de repente, antes nuestros ojos, una arriba y otra abajo, Abrucena la estalactita, Abla la estalagmita.

El camino nos trae hoy hasta Abla, lo mismo que trajo en su día a las civilizaciones más importantes del Mediterráneo para invadir y no se sabe si a conquistar toda esta zona fértil para el cultivo y el ganado, gracias al abundante agua que posee. Abla fue para los romanos Abula y más tarde Alba, y aquí dejaron una importante huella, como el pedestal de Avitiano, junto a la ermita de San Antón. Con él se quiso homenajear a un tribuno romano que por aquí pasó. Con la reconquista cristiana de Abla se le colocó una cruz encima. El mausoleo romano, que hablaremos de él más adelante es la obra romana por excelencia en este pueblo, pero no el único, con el mismo valor artístico que el mausoleo o el pedestal, existen esculturas de mármol, piezas de cerámica, monedas, etc. que atestiguan su brillante pasado.

Calle Real Alta.
Pasear por las calles de Abla es hacerlo sobre un libro abierto de historia o un museo al aire libre, algunas de sus calles son intrincadas y de difícil acceso, "calle Amargura" nos previene una de ellas antes de subirla. Por lo general, la vida gira en torno a la plaza, donde nace la calle Real Alta que atraviesa el edificio consistorial por debajo mediante un arco. Esta avenida larga pero estrecha nos enseña el tipo de arquitectura popular con casas de dos plantas primero, y más tarde de una sola planta si bien te alejas del centro urbano. Si aprieta la sed, el caño de los granaillos es un buen consuelo, con agua fresca y clara. Aquí las vistas acompañan, la cuenca del río Nacimiento fascina con sus huertos de olivos y árboles frutales. Y, cómo no, las cumbres de sierra Nevada a lo alto.

Para los más obstinados con el patrimonio histórico, más ejemplos; el escudo de armas de Alonso Bazán o el bajorrelieve de la iglesia de la Anunciación. Éste último imita un pórtico clásico muy detallado, de autor desconocido, tal obra es digna de admiración, tanto que es uno de los mayores focos de atención de esta iglesia del siglo XVII, en lo que se refiere a su arquitectura. La construcción de la misma se hizo sobre el solar de la original, quemada y saqueada durante la revuelta de los moriscos. La iglesia no fue la única que sufrió las revueltas, se dice que durante estos días los moriscos no dejaban a ningún cristiano con vida si estaba a su alcance.

Vega del río Nacimeinto, Abrucena y las cumbres de sierra Nevada en lo alto.
Bajorrelieve de la iglesia de la Anunciación.
El primero en la lista de municipios de Almería, ordenados alfabéticamente, también es uno de los primeros pueblos que vemos cuando venimos por la autovía desde Granada. Quizá éstas sólo sean pequeñas coincidencias históricas. Donde si se ha trabajado para ser los primeros ha sido en la universalización de internet, siendo el pueblo mejor conectado de España en el siglo XXI, según afirman algunos. Abla conjuga a la perfección un rico pasado con un futuro prometedor que es más bien presente. Su abundante patrimonio histórico se combina con la innovación en las últimas y más nuevas tecnologías, convirtiéndose en uno de los los lugares rurales más importantes en el ámbito de internet a nivel nacional. El primer Encuentro Rural de Blogs, celebrado en Abla en 2008 tuvo repercusión mediática en toda España, siendo noticia en diarios e informativos. Abla también recibió el premio "Pueblo conectado" junto a otros cuatro de toda España, concebido por la fundación de Antena 3 por los méritos de acercar internet a todos los habitantes de un municipio de sus características a los pies de sierra Nevada. Televisión Española dedicó un programa "Conectando España" con Abla como protagonista, en él se mostraba la importancia de las telecomunicaciones en la vida cotidiana de un pueblo rural.
Panorámica de Abla desde la explanada de la ermita de los Santos Mártires.

La Maravilla

Mausoleo romano del siglo II.
Hay dos construcciones en el municipio que hacen destacar a Abla sobre el resto en el panorama provincial. Una de ellas es el Mausoleo romano, muy pegado a la carretera. En la actualidad no presenta su estado original ya que ha sufrido varias transformaciones que no han dejado indiferente a nadie. Mucho se ha hablado y se habla del cambio tan radical que ha dado este monumento. Resulta curioso como en un pueblo de arquitectura tradicional de casas blancas y encaladas restauran su joya arquitectónica de esta manera tan libre, intentando imitar lo que pudo ser el modelo real. Guste o no guste la remodelación, siempre habrá vecinos defensores y detractores, eso sí, al sano juicio de cada uno.

Aunque la historia se haya borrado de sus paredes, ésta siempre permanecerá inalterable y nos ha llegado a nuestros días verificando que Abla era un lugar muy transitado durante el Imperio Romano y por ello decidieron establecerse aquí como población. El mausoleo es el mayor legado que dejó esta civilización en Abla, data del siglo II y en él se dio sepultura a una persona, presumiblemente de buena posición social. Se conservan muy pocas construcciones similares en la península. Utilizado por los musulmanes como torreón defensivo, con la llegada del cristianismo se convirtió en templo dedicado a San Sebastián. Se le denominó comúnmente la "ermita de los moros".

La otra gran atracción arquitectónica es la ermita de los Santos Mártires, su importancia radica en su historia. Se construyó en el siglo XVII, sobre los restos de la ermita original, en el mismo siglo que habían sido declarados patronos de Abla a los Santos Mártires Apolo, Isacio y Crotato. Su fachada va a juego con la importancia religiosa, envuelta con dos torres gemelas que dan imagen de grandiosidad y un pórtico que hace de entrada al edificio, con tres arcos de medio punto. Desde la explanada de la ermita, el sentido de la vista otea a su antojo. Abrucena en la parte alta de la izquierda, casi diseminada. La sierra de los Filabres, al fondo, con sus molinos de viento. Y enfrente, las casas inclinadas y blancas, muy blancas, desde donde los abulenses miran cada tarde el ocaso, siendo este digo de ser visto.
Ermita de los Santos Mártires, junto a la carretera que lleva a Ohanes.

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