29 de octubre de 2015

Las Tres Villas; Doña María, Ocaña y Escúllar

Vagón de tren apeado en una plaza de Doña María.
Un solo municipio, localizado entre dos sierras y formado por tres pueblos, todos ellos muy parecidos pero con ciertas singularidades que le dan un toque auténtico y personal a cada uno. A Doña María y Ocaña las encontramos recostadas en el valle del río Nacimiento, bajo las laderas de sierra Nevada. En cambio, Escúllar se sitúa un tanto emancipado, justo enfrente, en las estribaciones de la sierra de los Filabres, sobre el cauce de la rambla de Escúllar.

Los aspectos o rasgos que más se asemejan en cada una de Las Tres Villas son cómo no, las típicas calles estrechas de pueblos serranos, las fachadas blancas de las casas con tejados de pizarra, los cultivos de olivo, parra y frutales de sus fértiles campos, las nieves del invierno, el ferrocarril... Son, más bien, como tres hijos trillizos, del mismo padre y misma madre; Almería y la Montaña, respectivamente.

Lavaderos de Doña María.
En el año 1976 decidieron juntarse los tres pueblos para formar uno solo, y así unir fuerzas y ganar competitividad. De esto modo, se alejaría el fantasma del abandono de los pueblos y los campos por culpa de la masiva y forzada emigración. Unidas Las Tres Villas vencieron a sus grandes enemigos como el olvido, el desalojo y la incomunicación. Y así han prosperado hasta nuestros días.

Podríamos haber colocado de manera distinta los nombres del título de esta entrada. Tal vez quedarían mejor ordenados alfabéticamente o, midiendo su altitud, donde Escúllar estaría en primer lugar, seguido de Ocaña, o más órdenes intercambiables. Pero como lo mismo da, que da lo mismo, hemos decidido colocarlos en el orden en el cual os lo vamos a presentar. Por lo tanto, nos dirigimos hasta Doña María.
Detalles del tejado de la iglesia de Santa Teresa en Doña María.


Bello rincón de Ocaña.
La primitiva venta de Doña María empieza a aparecer en los libros de historia allá por el siglo XVI. Por entonces no era más que una pequeña cortijada, a diferencia de Ocaña y Escúllar que aparecían como barriadas, todos ellos pertenecientes a Abla.

Hoy en día, Doña María sigue manteniendo ese espíritu de cortijos y es un remanso de tranquilidad y naturaleza. Junto a Ocaña comparte la capitalidad del municipio. Además del edificio del ayuntamiento podemos encontrar por sus calles la pequeña ermita de las Ánimas, al borde de la carretera. El viejo vagón apeado en una explanada nos deleita y nos demuestra el gran pasado ferroviario de este pueblo. O un lavadero con doce pilas y una farola exacta a las que nos encontraremos en los otros dos pueblos. También destaca la Iglesia de Santa Teresa con planta rectangular y un tejado peculiar donde se observan diversos detalles, como querubines o el reloj que marca el transcurso de las horas.

Iglesia de San Bernardo en Ocaña.
Ocaña se encuentra a escasos mil quinientos metros de Doña María, la vega junto al río Nacimiento es su mayor orgullo, con olivos centenarios en algunos casos. La ermita de la Virgen del Carmen, el pilar del lavadero o utensilios antiquísimos de los extintos molinos harineros embellecen su casco histórico. Si en Doña María eran leones los protagonistas de la fuente, en el caso de Ocaña son elefantes lo que alegran una plaza presidida por la iglesia de San Bernardo, de planta rectangular y una gran puerta de madera.

Calles intrincadas, pasadizos, balcones repletos de macetas que le dan luz y color a Ocaña, y también buenos equipamientos deportivos que sirven de excusa para la visita de muchos jóvenes de los pueblos de los alrededores.
Monumento a la salida de Ocaña en direccíón a Doña María.

La Maravilla
Fuente de Escúllar.

Junto al cauce de la rambla de Escúllar, en el margen derecho de ésta, subía el camino viejo de tierra, que partía directamente desde Doña María. Tras unas obras, este camino convertido ya en carretera presenta un aspecto inmejorable con buen asfalto y un carril bici que puede ser de los más espectaculares de la provincia, de gran similitud con el que se encuentra en María, otro pueblo de alta montaña en la comarca de los Vélez.

El camino cruza el puente del ferrocarril, formado por cinco grandes columnas. Por él siguen pasando de forma ininterrumpida los trenes en dirección a Almería.
Plaza del pueblo, con la iglesia de la Inmaculada Concepción de protagonista.

Fuente con un corazón en relieve.
Una vez llegados a Escúllar, vemos como su núcleo de casas se divide por la rambla. Ésta se atraviesa por la carretera que pasa sobre el puente de un solo ojo, con arco de medio punto. Muy próxima está la iglesia, con techo a dos aguas y un magnífico campanario, que ha sido testigo de la mayoría de las celebraciones que se festejan en el pueblo, como por ejemplo las fiestas que dan nombre a la propia iglesia; las de la Inmaculada Concepción, o, como las conocen aquí; las fiestas de invierno, para diferenciarlas de las de agosto, fechas en las que se reúnen los emigrantes y personas que viven fuera del pueblo durante todo el año. La carpa que se montaba en la plaza de la iglesia con motivo de las festividades se ha trasladado ahora a otra plaza recién construida para dar cabida a mucha más gente.

Es una suerte pasar un fin de semana en Escúllar, levantarse por la mañana temprano para ir a por agua a la fuente o disfrutar de una tarde soleada. Eso sí, lo que no podrás es pasártelo mejor que ellos, porque tienen más experiencia que tú. A pesar de ser un pueblo escondido en la montaña, tampoco puedes enseñarles nada, porque saben más que tú. Cuando cae la noche es momento de sentarse en un banco de madera junto a ellos a disfrutar de los cielos nutridos de estrellas y esperar a que salga el sol por la mañana.
El puente del Ferrocarril atraviesa la rambla de Escúllar. Al fondo, el pueblo.

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